2.2.13

HISTORIAS. Gonzalo Viana, escultor.












Posiblemente hoy ya no ocurriría. Pero hace años, algunos de los acontecimientos que podríamos calificar como históricos para el surf en Galicia, sucedieron sin que nadie los documentase. De hecho, y tras hablar con muchos de los protagonistas, la gran mayoría coincide al comentar que no creían estar haciendo nada excepcional cuando se iniciaron en la práctica del surf. Y mucho menos que aquello pudiese tener interés para alguien en un futuro. Por eso, las fotografías que se conservan son pocas, y la gran mayoría de aquellas primeras tablas, que hoy serían auténticas joyas, han desaparecido.

Afortunadamente, y aunque aquellos hechos no quedasen documentados, gracias a los recuerdos y testimonios de los pioneros, hemos podido conocer como fueron aquellos inicios. Qué fue lo que les motivó a probar el surf. Cómo eran las playas por aquel entonces. O cuáles fueron las dificultades por las que tuvieron que pasar para hacerse con una tabla o un traje. A pesar del paso del tiempo, y que éste haya podido distorsionar alguno de aquellos recuerdos, creo que sus testimonios reflejan realmente lo vivido.

Pero desgraciadamente también surgen lagunas en esta investigación, principalmente cuando alguno de esos testimonios no puede ser recogido directamente del protagonista, al haber éste fallecido. El no poder contar con el relato directo de estas vivencias, le lleva a uno a pensar que parte de la historia se ha perdido irremediablemente. Existe sin embargo un modo de compensar esta falta. Gracias a los recuerdos de  los familiares y amigos del protagonista, podemos acercarnos al retrato de estas personas. Esto es lo que me ha pasado con Gonzalo Viana, fallecido en 1997 a los 47 años.

De él ya he hablado en varias ocasiones en el blog a través de los testimonios recogidos a Miguel Camarero y José Antonio Mera. Gracias a ellos, descubrí en Gonzalo a una persona única, dotada de una personalidad libre, y con una vida llena de aventuras. Con la idea de profundizar un poco más en su persona, me desplacé a finales del verano pasado hasta el Camping Os Manzanos, en Santa Cruz, Oleiros, para hablar con su hermana Victoria. 

El Camping Os Manzanos es como una especie de oasis en medio del núcleo de Oleiros. Sus jardines están poblados por innumerables árboles que conforman una especie de bosque ordenado y variado. Todo está cuidado con esmero, convirtiendo cada rincón en un lugar especial. Entre los árboles, y conviviendo con ellos, se puede disfrutar de varias esculturas, de gran tamaño, de artistas gallegos. Entre todas ellas destaca una inacabada en granito de título "El Guerrero", labrada por Gonzalo Viana. A pesar de estar sin concluir, el bloque transmite toda la fuerza que el autor seguro tenía en mente. 

Al igual que su padre, Gonzalo era especialmente hábil con las manos, por lo que siempre se le dio muy bien el trabajo con el barro, la madera o la piedra. Su formación como artista, que empezó en la pintura, fue totalmente autodidacta. Y es que a Gonzalo siempre le gustó ir por libre, sin ataduras. Tal vez tras este modo de ser, estuviese la consciencia de que no iba a vivir muchos años, y por eso aprovechó su vida al máximo, disfrutándola a su manera, sin compromisos. No le preocupaba el futuro, y pensaba sólo en el presente. De hecho, y en cuanto ahorraba un poco de dinero, desaparecía. Por ejemplo a Brasil, en donde estuvo dos o tres años, hasta que se fue de allí porque le empezó a parecer demasiado turístico. O a alguna playa de la costa de Venezuela, en donde finalmente parece que encontró su lugar en el mundo. Allí pasó sus últimos años, "acogido" por un hombre propietario de un hostal de la zona y para el que trabajaba a cambio de una habitación, a la que por cierto se le dio el nombre de "Gonzalo", y manutención. Su último proyecto fue la construcción de un barco, el cual no pudo concluir, pero que seguramente hoy navegue por aguas del caribe venezolano.

Y es que al igual que su padre, y más que ninguno de sus hermanos, Gonzalo siempre fue un gran apasionado del mar. Era subirse a bordo de un velero, e instantáneamente les cambiaba a ambos la cara. El desplegar de las velas les producía de modo inmediato un brillo especial en los ojos. Y es que a bordo de alguno de sus veleros posiblemente vivieron los mejores momentos de sus vidas, verdaderas aventuras, en las que estuvieron en más de una ocasión a punto de naufragar.

Su vida de surfista no tuvo especial relevancia en la familia. Se trató de una actividad más. Posiblemente, y gracias a su habilidad con las manos, también llegó a fabricar sus propias tablas, tomando como base los conocimientos adquiridos de Félix Cueto. De hecho, su sobrino Marcos conserva un paipo en fibra que le construyó su tío.

Además de "El Guerrero", en el camping se pueden ver algunas de las esculturas que creó. Esculturas en piedra, madera y barro. Algunas ya acabadas. Otras sin finalizar. Todas ellas llenas de fuerza y misterio. Unos amigos de Gonzalo se han embarcado en el proyecto de catalogar toda su obra con el objetivo, en un futuro, de reunir en una exposición todas sus obras. Ojalá lo logren.

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