30.3.16

HISTORIAS. Algo se mueve.


Hace ya unas semanas que leía en el Diario de un Churfer una entrada en la que se hablaba sobre la pérdida de arena en la playa de Salinas. El balance negativo que desde hace unos años se está viviendo en este arenal asturiano, no es sin embargo exclusivo de Salinas. De hecho yo también tengo la sensación, al menos en las playas a las que voy habitualmente, de que cada año la playa termina el invierno con menos arena que el anterior.

Todos tenemos en la mente el ejemplo de Campelo, convertida en una playa de bolos y sin arena; de Ponzos volviendo a asomar su bosque carbonizado de hace 7.000 años; de Esmelle con el cauce del río llegando al mar en paralelo a la playa; y de las rocas que aparecen y desaparecen en Penencia, en donde este invierno la cantidad de arena que el mar se ha llevado de la esquina de la playa es espectacular. Las rocas de las que hablamos, las vimos por primera vez en 2010; las volvimos a fotografiar en 2011; y en este año 2016 han aflorado más que nunca, dejándonos claro que no se trata de una simple roca, sino de una extensión de los propios acantilados que están visibles a unos 100 metros. En las siguientes fotos, en las que se muestra el año en que fueron sacadas, se puede ver esta evolución.

2010


2011




2016



El transporte litoral de sedimentos es una de las materias más complejas de la dinámica litoral. Tanto que a día de hoy no ha sido posible reproducir, y conocer en detalle, muchos de los fenómenos que la caracterizan. La cantidad de variables que intervienen es tan grande y compleja, que resulta imposible establecer una ley que de modo general se pueda aplicar a cualquier playa o tramo de costa. Y no es porque no se haya intentado. De hecho existen fórmulas que, por ejemplo, determinan el perfil transversal de una playa en base a unas pocas variables. Pero aunque estas fórmulas se han mostrado como útiles en estudios sobre el transporte de sedimentos, o sobre el efecto del fondo en la refracción del oleaje, no dejan de ser, en realidad, resultado de una serie de simplificaciones sobre lo que realmente ocurre.

Lo que sí que se sabe es que las playas, en función de la época del año, adoptan diferentes formas o perfiles, reflejo del nivel de energía que incide sobre ellas. Por decirlo de algún modo, las playas se encuentran en un estado de continuo movimiento, de manera que su forma cambia cada día como respuesta a la acción del oleaje, las corrientes, las mareas y el viento.

En un intento de caracterizar esta variación, y desde un punto de vista estacional, se habla del perfil de verano (propio de condiciones de oleaje suave) y del perfil de invierno (con condiciones de oleaje fuerte). La forma que adopta la playa en sentido transversal determina la rotura del oleaje y el modo en cómo se produce la disipación de su energía. Las olas llegan a la playa transportando una gran cantidad de energía, y la playa reacciona a esta energía adaptando su perfil.

Durante el invierno, con los oleajes más energéticos, se produce una erosión progresiva del material situado en la parte emergida de la playa, que se transporta hacia la zona sumergida creando una barra de arena, que estará más distanciada de la orilla cuando más fuertes son los temporales. Este proceso, en el cual el arenal adopta un perfil más tendido, llamado de invierno, no debe identificarse como el resultado de un evento erosivo, ya que en realidad es el modo que tiene la playa de frenar la erosión. Ante la acción de un temporal, la playa se protege de él mediante la movilización de un gran volumen de sedimentos, adaptándose de este modo a las fuerzas a las que se ve sometida. La barra de arena actúa como elemento de autoprotección, ante ese y otros futuros temporales, minimizando la energía que llega a la orilla al provocar la rotura de las olas en lugares alejados de la orilla. Es por ello que resulta tan importante que la playa mantenga intacta, y lo mejor conservada posible, su zona seca, incluidos los campos de dunas, ya que ellos constituyen la reserva de arena que permitirá que la playa se proteja ante temporales futuros, sobre todo de los extraordinarios, minimizando las afecciones tierra adentro.

Durnate el verano el proceso es el contrario. El oleaje, menos energético, actúa sobre la barra de arena, transportando sedimentos hacia la orilla, en donde se acumulan. Esto da lugar a que progresivamente en la orilla se vaya incrementando la pendiente, hasta crearse una amplia berma. Con la ayuda de los vientos y la vegetación, parte de esa arena se depositará después en las dunas, alimentando las reservas que la playa precisa para el invierno.

En todo este proceso, como ya hemos ido apuntado, no solo interviene el oleaje, sino también las corrientes, el viento y la acción de las mareas. Por ejemplo uno de los actores principales son las denominadas corrientes de resaca, que se generan para compensar el flujo de energía que aporta el oleaje incidente en dirección hacia la playa. Estas corrientes se crean en la orilla, y se dirigen hacia la zona de rompiente. Son más fuertes en la orilla y reducen su intensidad a medida que se acercan a la  rompiente. En la orilla arrastran sedimentos, mientras que cerca de la zona de rotura lo depositan.

Se ha observado, sin embargo, que playas igualmente expuestas al oleaje se comportan de modo completamente distinto. La diferencia se encuentra principalmente en el tamaño, y por tanto en el peso, de los granos de arena que la forman. Es fácil deducir que cuanto más gruesa es la arena, más difícil será ponerla en suspensión y que ésta sea transportada por las corrientes. También que el agua se filtra con mayor facilidad en la orilla  en las playas con granos más gruesos. Este efecto provoca, por ejemplo, que en las playas de grava la corriente de resaca sea más débil que en las playas de arena, precisamente por esa mayor filtración. También se ha observado que las playas de grano más grueso son además estables con una pendiente de su perfil más elevada, lo que hace que la zona de rotura del oleaje sea más estrecha (a pocos metros de la orilla la profundidad es tal que ya no se produce la rotura del oleaje). Ello provoca que la energía se concentre en un área más pequeña que en una playa de arena fina. Estas playas son por tanto más susceptibles de sufrir episodios de erosión, tanto a lo largo del invierno como en un tormenta individual.

Pero si ahora la sociedad es más consciente de estos cambios, es porque hoy en día las playas son lugares que son visitados por la población durante todo el año, cuando antes, por así decirlo, no interesaban, y eran solo unos pocos los que acudían a ellas, incluso en verano. Por ello, la inmensa mayoría de la gente permanecía ajena a este ciclo natural de perdida y recuperación de arena.

Pero desgraciadamente la explicación de lo que ahora nos llama la atención no es tan simple. Y aquí es donde aparece la acción del hombre, que ha actuado alterando este proceso natural mediante la construcción de estructuras, tanto en la costa como en los ríos, en donde se han ocupado cauces y regulado caudales con presas y embalses, reduciendo el aporte de áridos que los ríos siempre habían proporcionado a las playas, hasta un nivel que es practicamente cero. También la construcción de estructuras en la costa, como diques, han interrumpido o cambiado las corrientes en amplias zonas. O la destrucción de los campos de dunas, con la extracción de arena, o la construcción de edificios u otros elementos sobre ellas. Todas estas modificaciones han dado lugar a una alteración del ciclo natural, que en muchos lugares se ha traducido en una "erosión" mayor a la "normal", en busca de compensar, por parte del mar y la playa, el déficit de sedimento.

Mi opinión personal es que tras los cambios en Doniños, Ponzos o Campelo tal vez se encuentre un periodo de temporales especialmente energéticos, de los que las playas aún no se han podido recuperar. Posiblemente la cantidad de material transportado a las barras exteriores es tal, que durante los últimos veranos no ha sido posible trasladar toda esa arena de vuelta a la playa seca. Tal vez sea cuestión de tiempo, y de tener algún invierno especialmente tranquilo, para volver a la situación de "equilibrio". También se habla que la cantidad de energía en los océanos está en aumento, y de la subida del nivel del mar, por lo que tal vez las playas lo que están haciendo es adaptarse a la nueva situación.

En cambio, y en playas como Salinas o el Orzán, posiblemente el resultado de la evolución se encuentre en la ocupación de parte de las zonas de "reserva" de arena por edificaciones, paseos y otro tipo de construcciones. Al no estar disponible esa arena extra, la playa la ha de buscar tierra adentro, afectando con ello a otras estructuras que hasta hace poco nunca antes se habían visto amenazadas por el mar.

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