18.1.17

HISTORIAS. Olor a mar.


El domingo nos dimos el primer baño en San Jorge de este invierno. Lo normal es que ya llevásemos unos cuantos, pero la falta de temporales, el que río aún no haya desaguado en condiciones, y otros múltiples factores, han hecho que de momento la ola aún no haya roto bien (o al menos tan bien como puede hacerlo). El domingo no estuvo mal, y entre todas hubo alguna buena, aunque la mayoría cerraban, sobre todo en la última sección. Si no te salías antes, o si detrás de tu ola venía una serie, la remontada se hacía difícil, tanto, que en ocasiones valía la pena hacerlo dando toda la vuelta. Tras 15 minutos remontando en paralelo a la orilla, y tras dejarte llevar por la corriente en los últimos metros, volvías a estar de nuevo en el pico. En mi caso tuve que optar en dos ocasiones por el camino largo. Del trayecto la mejor parte es la final, donde arrastrado por la corriente, puedes prácticamente dejar de remar y dedicarte a admirar el paisaje: los árboles que llegan casi hasta el mar, los acantilados, la ola rompiendo mientras alguien rema para cogerla, ... Empaparte en cierto modo de lo esencial de nuestra costa. Creo que en pocos sitios, como en esta esquina al abrigo de punta Lobadiz, estas sensaciones son tan fuertes, sobre todo los días en los que hay mar. Y en esas estaba cuando me concentré en su olor.

Ese olor tan característico, y que nos resulta tan agradable, lo produce una mezcla de sustancias químicas. La verdad es que la primera vez que leí sobre ello me lleve una cierta desilusión, ya que me esperaba encontrar algo más poético que una mezcla de dimetil sulfuro, dictiopterenos y bromofenoles. Yo pensaba en sal, en el color verde, en las algas, en el mar, ..., y la respuesta fue química y difícil de pronunciar.

De entre estos tres componentes al parecer el predominante, y el principal culpable de ese olor tan característico, es un gas, llamado dimetil sulfuro (o sulfuro de dimetil). Esta sustancia es producida principalmente por bacterias al alimentarse de fitoplancton muerto. Cuanto el fitoplancton muere, una sustancia que contiene, llamada dimetilsulfoniopropionato, se degradada, y a partir de ella las bacterias producen dimetil sulfuro. Curiosamente también se produce dimetil sulfuro en la fermentación de algunos quesos, de la cerveza y el vino. Al parecer se trata de un gas muy común y que juega un papel muy importante como regulador del clima, al participar activamente en la formación de las nubes, y por tanto en el enfriamiento de las aguas. Su buen hacer no acaba ahí: su olor tan característico a azufre sirve a las aves y a otros animales marinos para identificar zonas ricas en fitoplancton que suelen ser abundantes en alimento: peces y plantas marinas. Curiosamente también los humanos somos especialmente sensibles al sulfuro de dimetilo, ya que podemos olerlo en concentraciones muy bajas. Por eso se suele añadir a otros gases inodoros, como el metano, con objeto de poder detectar fugas.

Arrastrado por la corriente pronto estuve en disposición de coger una nueva ola. Sería la última del día, y la verdad es que fue mala aunque casi me dejó en la orilla. Unos minutos antes el nordeste había saltado, y el mar se había desordenado. No tenía sentido remontar de nuevo.

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